[De La crónica de hoy por la Marquesa de Escalante]
"Verena Alejandrina era un auténtico sueño. Su vestido de seda japonesa color perla, hecho de una sola pieza especial, tejida a mano en Osaka, con aplicaciones muy escuetas, severísimas, en encaje y esmeraldas colombianas, es una de las realizaciones de Dior más soñadas que hemos visto en la vida. La gran casa parisina resolvió con genialidad las exigencias de la familia de la heredera más admirada de El Salvador. Y si han habido quince mil dólares bien invertidos han sido los que gastaron en esta belleza de vestido nupcial. La larguísima cola imperial no desmereció del aire juvenil de la desposada, que penetró en la Iglesia de Guadalupe con la majestad y la inocencia de una auténtica reina. Y claro, la iglesia estaba también dispuesta de manera adecuada: orquídeas hawaianas traídas en avión refrigerado desde Honolulú, criollísimos ramos de azahar y pino traídos desde las propiedades hondureñas de la familia del culto novio. Cuando el padre de la novia entró en la sacra nave conduciéndola al altar, sentimos ganas de aplaudir, contenidas tan sólo por la majestad del momento y del lugar. Ofició el reverendo padre Julio Amann, S. J., que fuera maestro del gallardo Ernesto de Jesús en sus años de externadista. ¡Qué orgullo para un sacerdote de Cristo: dar esposa a sus mejores discípulos, de acuerdo con las leyes de Dios! Personas amigas nos dicen que la familia del novio ha donado a la iglesia de Guadalupe un nuevo sistema de sonido e iluminación por un valor de 42 mil colones, hecho que habla de su ya proverbial filantropía. Y de su modestia, ya que si no fuera por estas amistades indiscretas pero bien intencionadas, el público nunca se enteraría de sus obras de caridad que van más allá de lo obligatorio para el buen cristiano. Se nos aguaron los ojos por la emoción al ver salir a Ernesto de Jesús y a Verena Alejandrina, ya convertidos en esposos por la gracia de Dios, rumbo a las responsabilidades de la vida. ¡Que Dios les dé hijos así de honorables! La recepción se verificó en una quinta privada del padre de la novia, en la carretera a los Planes de Renderos. Todo lo que verdaderamente vale la pena en San Salvador estaba allí presente. En otras columnas de esta página social pasamos revista - de manera muy incompleta, dada su numerosidad- a la distinguidísima concurrencia. La atención de los anfitriones fue soberbia. En diversas zonas de la enorme quinta se distribuyeron la orquesta de Lito Barrientos, la de violines de Bertoldo Brett, la Marimba de la Guardia Nacional, el Mariachi Perla Tapatía de Guadalajara, México; el cuarteto de Jazz de Johnny Eaton, de Nueva York, -que a decir verdad fue la verdadera sensación del día-, el crooner mexicano Enrique Guzmán y el incomparable Raphael. Todos los conjuntos y artistas extranjeros vinieron exclusivamente para la fiesta, lo cual dio mayor interés a sus actuaciones pues no iban a presentarse en teatros o night clubs del país. Se bailó desde el mediodía hasta la madrugada. La juventud salvadoreña demostró sus bríos y su entusiasmo. ¡Ah!, ¡si tuvieramos siquiera diez años menos! Mención especial merecen los menúes del almuerzo y la cena. La comida, especialmente preparada por el chef de cocineros del Hotel El Salvador Intercontinental, fue digna del más exigente gourmet indostano. El almuerzo no fue nada tradicional. Se ofreció primero un buffet frío de aperitivo: ostras ahumadas del Canadá (que tienen sobre las ostras criollas la ventaja de la grasa propia y el delicato trato industrial), colas de langostino salvadoreño de exportación, pichones en salsa acidulada de vegetales, sesos de aves al tomate, lascas de lengua prensada de Cojutepeque, lascas de langosta con espárragos tratados al limón, jamón relleno de piña Natural, canapés de anchoas portuguesas, mollejas de pollo a la vinagreta, cebollas gigantes de turquía, algas de corea del sur, caviar en huevos de codorniz añejados, huevos de tortugas cocidos al ajo, huevos de toro crudos con limón o salsa agridulce, carnitas mexicanas, muslos de aves al mole, quesos de veinticinco clases, etc., etc. Se ofreció especialmente vino rosado Chateau la Coste y
champaña, pero desde luego uno podía pedir también jerez, vodka, ron cubano
(traído de París), whisky (se sirvió exclusivamente Chivas Regal, que la
familia de la novia importa embotellado para su uso, con etiqueta a su nombre),
cachaca, tequila Centenario, ginebra holandesa, etc., sin entrar a considerar
la cocktelería (el bar ofreció 32 cocktailes básicos y se declaró abierto para
las sugerencias de los invitados). Lo único que estuvo radicalmente prohibido
fue el consumo de licores nacionales, pero nadie al parecer sintió nostalgia
patriótica. Inclusive la cerveza que apareció era la auténtica Pilsen, de
Checoslovaquia. Pero eso fue en el almuerzo propiamente dicho: uno podía
hacerse servir crema de cebolla, filete a la parrilla tratado al vino con
ensalada de tomates de California, helado al cognac, cognac y café turco; o:
cocktail de cangrejo, paella, cocktail de frutas, benedictine y café; o:
Suprema, guiso de venado con ensalada de manzana, chartreuse, turrón español y
café concentrado; o: cocktail de caracoles, langosta gigante al natural,
sorbete de piña, té chino y saki. La cena que sirvió a medianoche, fue
exclusivamente compuesta por platos de aves: pavos, patos, faisanes y pollos.
Nosotros escogimos un pato a la piña fabuloso y nos fuimos a casa con el plan
de dormir 24 horas de un tirón antes de escribir esta crónica. Con lo cual
ingresamos a la lista de los invitados conservadores, porque a tres días de la
fiesta, seguimos recibiendo telegramas y cables de los que decidieron seguir
festejando la boda de Verena Alejandrina y Ernesto de Jesús, en San Francisco,
Guatemala, México o Miami. Los novios por su parte iniciaron un largo viaje de
bodas que terminará… ¡en San Salvador! Con escalas en San Francisco, Hawaii, Tokio,
Copenhague, París, Londres, Madrid, Caracas, Río de Janeiro, etc. Como dice la
canción chilena, que tanto éxito está obteniendo en las últimas semanas entre
la intelectualidad: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto…”
II. El sudor de la frente.
1ª Desmonte. Hay que preparar la tierra que se va a sembrar.
En el mes de febrero de cada año se corta la hierba que ha crecido silvestre en
la parcela. Para ello los campesinos utilizan el machete y la cuna y, en
oportunidades, el hacha o el azadón para derribar árboles o extraer las raíces
que inutilizarán la tierra. El monte cortado se deja sobre el suelo para que se
seque con el sol y esté apto para ser quemado.
2ª Hacer la ronda. Para evitar que cuando se de fuego al
monte seco aquel pueda extenderse a las propiedades vecinas y causar daños, se
hace una ronda que circule toda la tierra que va a sembrar; la ronda tiene por
lo menos una vara de ancho y en ella se hace una limpieza total, eliminando
todo lo combustible. La ronda es una zona para aislar la quema
3ª Quema. La hierba seca aislada por la ronda es quemada.
Las cenizas fecundan el suelo. La ronda y la quema se hacen en marzo.
4ª Intermedio de espera. Con las cenizas, el terreno queda
preparado para la siembra, pero hay que esperar las lluvias. Regularmente se
espera 20 a 30 días por la lluvia.
5ª Surqueada. Al iniciarse las lluvias se procede a formar
los surcos para la siembra. En tierras planas se utiliza un arado de madera con
punta de hierro tirado por una yunta de bueyes. El alquiler de la yunta, que es
muy frecuente entre los pequeños propietarios y minifundistas, cuesta alrededor
de veinte colones. Entre surco y surco debe haber media vara de distancia. Si
la tierra es de ladera minifundistas, cuesta alrededor de veinte colones. Entre
surco y surco debe haber media vara de distancia. Si la tierra es de ladera no
se puede utilizar arado y entonces el campesino tiene que ir abriendo hoyos de
dos pulgadas y media de hondo, con un instrumento de madera llamado “huizute”.
Es un chuzo o estaca que se hace de la punta de una Cuma (machete-hoz) vieja,
colocada en el tremo de una vara.
6 Siembra. Paralelamente a la surqueada, dos sembradores van
siguiendo a la yunta o al hombre del huisute y van depositando los granos
de maíz en los surcos u hoyos
7 Pajariteado. Cuando empiezan a brotar las plantitas de
maíz, los pájaros causan mucho daño en la milpa. Hay que contratar los
servicios de un muchacho que se encarga de espantarlos. Se le pagan 75 centavos
diarios y dos tiempos de comida. El pajariteado dura unos quince días.
8 Deshierbo. A los 20 días de sembrado el maíz hay que
limpiar la milpa de plantas parásitas.
9 Dobla. Cuando el maíz llega a la madurez se produce a
tronchar la planta para que la lluvia no le cause daño. Simultáneamente se hace
un segundo deshierbo
10 Tapisca. Pasadas unas dos semanas de la dobla, se procede
a cosechar, es decir, a cortar la mazorca y a acomodarla en un lugar adecuado
de la parcela. Hay que agregar que a partir de la dobla un campesino se queda
en la parcela para evitar los robos.
11 Recogida de la cosecha. Se utilizan carretas para
transportar las mazorcas previamente introducidas en matates. Los dueños de las
carretas cobran 5 colones por viaje. En una buena cosecha para una parcela de
una manzana hay que calcular unas cuatro carretadas.
12 Destuzada. La operación de quitar la hoja de mazorca se
llama destuzar y se realiza asignando a cada trabajador tareas equivalentes a
seis matates pequeños para deshojar. Se utiliza una pequeña estaca de hueso o
el cuerno de un venado.
13 Desgranada. Consiste en separar el grano de la mazorca y
se realiza por el aporreamiento de la mazorca en cajones.
Con el maíz desgranado termina el ciclo productivo y el
campesino se preocupa entonces de vender su grano o de almacenarlo para el
consumo familiar de todo el año. Una manzana de tierra buena da una cosecha de
cinco a seis fanegas de maíz, fanegas que se vendieron el año pasado a 30
colones cada una, cuando el maíz fue entregado en el domicilio del comprador y
a 25 colones cuando fue entregado en la casa del productor. De manera que con
los datos anteriores podemos calcular la economía de la producción del maíz
así: si se cosechan cinco fanegas de maíz los ingresos del campesino son de 50
colones, más o menos. Los egresos se descomponen así: salarios devengados por
el trabajador, 80 colones aproximadamente; alquiler de la yunta, 25 colones
aproximadamente; gastos menudos y alquiler de la carreta, 15 colones. La ganancia
neta es pues, treinta colones (doce dólares) por un ciclo de trabajo de más de
seis meses. Agréguese la circunstancia muy frecuente de que el campesino tenga
que pagar el correspondiente censo por arrendamiento de la tierra y entonces se
esfuman los treinta colones de ganancia, en tal caso el campesino no obtiene de
ganancia ni un solo centavo, lo único que ha logrado es subsistir durante todo
ese tiempo y movilizar el dinero.
Dice Marguerite Thibert, de la OIT, en su libro “Los problemas del trabajo en El Salvador” (hablando del pan que corresponde a este sudor de la frente), lo siguiente: “La ración diaria que tradicionalmente dan las empresas agrícolas a sus trabajadores (y que recibe el trabajador y no su familia) consiste en cinco gruesas tortillas de maíz cubiertas por un puñado de frijoles negros, todo ello frío y una pequeña porción de sal. La cantidad de materia prima es de una libra a una y media libra de maíz y tres onzas de frijol por día y hombre. Los fisiologistas estiman que esta alimentación contiene una cantidad razonable de calorías y proteínas vegetales que el organismo humano necesita, pero desde el punto de vista social es casi imposible imaginarse que esta ración monótona y de difícil digestión pueda constituir la dieta de seres humanos. Y desde el punto de vista psicológico es difícil creer que tal alimentación pueda contribuir al desarrollo completo de la personalidad para cuya formación la agudeza de todos los sentidos tiene que aportar los elementos del discernimiento. La cantidad de alimentación para el campesino ha sido tradicionalmente fijada en El Salvador en una monotonía tal que aproxima la alimentación humana al forraje.
De: Las historias prohibidad del pulgarcito - Roque Dalton (1935-1975)