miércoles, 13 de noviembre de 2013

Don Roberto el bolito pendenciero

En un complejo de apartamentos con solo dos edificios, terminas conociendo (aunque sea de vista) a todos los habitantes. Existen de todo tipo de vecinos y otros que nunca quisieras tenerlos de vecinos.

Entre los vecinos que no les gustan a la mayoría, estaban los "varones", apodo que se ganaron porque son miembros de una iglesia evangélica y así se refieren a los que pertenecemos al sexo masculino. Eran malhablados, desordenados, valeverguistas, y se les molestaba, pendencieros; borrachos como cosacos, pero muy responsables con su trabajo: transportistas de carga pesada.

Don Roberto era el padre de los varones, no vivía con ellos pero los llegaba a visitar todas las semanas, siempre en estado de ebriedad y sumamente violento. Muchas veces apagaban las luces para fingir que no estaban, pero a don Roberto no le importaba y arrancaba barrotes de defensas o escapaba a botar la puerta.

Don Roberto además de ser alcohólico y violento, era diabético. Los hijos no sopotaron más sus visitas y optaron por mudarse de casa y dejarle el apartamento al padre, para que viviera solo.

El bolito vivió solo y se le olvidaba que existía la comida y solo el güaro era su consuelo. Ya no visitaba a sus hijos, porque no sabía dónde se habían ido a vivir.

En sus estados de alucinación etílica, gritaba y putiaba, como no tenía con quien pelear, se peleaba con las paredes, hasta el punto de prenderles fuego. El apartamento completo agarró fuego, que los vecinos para evitar que alcanzara sus viviendas lograron apagarlo.

Don Roberto pasó con paredes negras, sin energía eléctrica y olor a ollín como 4 semanas, hasta que los hijos llegaron a pintar y reconectar la energía. Nunca siguió la dieta recomendada para los diabéticos, perdió las piernas.

Sin nadie que lo atendiera se sumió en su propia inmundicia, depresión y alcoholismo. Le contrataron una señora para que le fuera a dejar comida solamente.

El jueves de la semana pasada a las 4:00 am cuando todo es sereno, me despertaron unos quejidos de alguien que parecía baleado o atropellado (ya he escuchado ambos), era una queja dolorosa y triste. Me levanté y busqué al vigilante para preguntarle quién era el herido.

-Es don Roberto el que se queja, pero ya se va a callar, ya va a ver.
-Pero ese grito ya es de alguien agonizando, ¿no diferencia el tono?
-Ya se va a calmar.
-Pero para siempre, pensé

En efecto, don Roberto dió su último quejido cerca de las 4:00am ... el viernes sus hijos vinieron a verle y a enterrarlo.


1 comentario:

  1. Recuerdo a ese señor, un par de veces me lo encontré en la segunda planta cuando iba bajando para el parqueo. Todos morirermos eventualmente, y aunque es una ilusión pensarlo, sería bueno que fuera sin tanto dolor.

    Linda pieza

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